viernes, 21 de febrero de 2014

Pintando una escena de carrera de cuádrigas y su proceso

Por curiosidades del destino, otra vez me veo envuelto en una ilustración ambientada en la Antigua Roma. Esta vez se trata de la elaboración de una escena de carreras de cuádrigas. Voy a mostraros a continuación el resultado final:

Ilustración final de una carrera de cuádrigas


Y ahora, varias imágenes consecutivas para que veáis el proceso creativo...:

Uno de los primeros bocetos


Boceto posterior más desarrollado


El dibujo pasado a líneas vectoriales


Entintado


Color y textura


Añadiendo ruido, nubes de polvo y arena, etc.; para darle más fuerza a la imagen


Y ya está, listo para ser enmarcado y colgado en la pared. De estas etapas del proceso creativo, con las que más disfruto son la inicial (es decir, todo el "brainstorming", generar ideas a mansalva, elegir algunas, descartar otras, componer y planificar la imagen...) y aquella en la que comienzo a añadir texturas. Los que me conocen bien saben que adoro las rocas, los minerales, las grietas, los desconchones... En fin, gustos estilísticos raros que tiene uno... qué se le va a hacer  ;-)

Espero que os guste.

Saludos.

domingo, 16 de febrero de 2014

"La Vida de Adèle": entre Egon Schiele y Eric Rohmer

En el Cine (ahí va, con mayúsculas, como a mí me gusta escribirlo) han habido muchos intentos de copiar el estilo del maestro Eric Rohmer, es decir, realizar una película que muestre naturalidad en su máximo exponente. Pero esto que parece sencillo, en realidad no lo es en absoluto. De hecho, si miramos al Cine Español (sin ir más lejos) hay infinidad de ejemplos de fracasos en esta intentona: no voy a citar ninguna porque hay muchísimas, pero decir que también hay (exiguas) excepciones como, por citar alguna, la notable "Bon Appetite" (2010), del director David Pinillos. Y es que, una película de Cine, el oficio de actuar, en definitiva, consiste en engañar, es decir, representar una realidad que no lo es. Creo que era Luis Buñuel el que decía que "El Cine es un sueño dirigido"Y así es (¡ya me guardaría yo de contradecir al maestro de Calanda!).




La bellísima película "La vida de Adèle" (2013), de Abdellatif Kechiche, es una de las mejores películas del año 2013. Ganadora del Premio a la Mejor Película en el Festival de Cannes; sin embargo, yo no la calificaría nunca de "Obra Maestraporque ya existe la obra de Eric Rohmer. ¿Por qué hago mención a Eric Rohmer? Porque, como decía, el viejo maestro francés logró siempre derribar esa mentira que es el Cine y hacerlo maravillosamente real.


Eric Rohmer

Cuando uno ve por primera vez una película de Rohmer (uno de los directores que me hicieron amar tanto al Séptimo Arte) es como un descubrimiento bellísimo e increíble, en la que sólo es falso la aparente sencillez de su Cine, donde pareciera que no existiese cámara que esté rodando, al ver actuar a los actores y actrices, niños y niñas...; donde todos hablan de manera natural, como la vida misma. Vamos que si no habéis visto nunca una película de Rohmer... ¡ya tardáis en ver alguna! Ya me contaréis...

Y uno de los aspectos que más me han gustado de esta bella y natural película de Abdellatif Kechiche es, sin duda, esa aparente sencillez, tan difícil de conseguir. Tanto es así que incluso las dos actrices protagonistas, Adèle Exarchopoulos (¡alucinante el trabajo inmenso de esta actriz en la película!; ella sóla lleva todo el peso del film con su mirada, capaz de transmitir con pocos gestos y en segundos dolor, alegría, rabia, impotencia, patetismo, ruborizarse...; es algo mágico) y Léa Seydoux (Emma, la pintora de pelo azul de la que se enamora la protagonista), se han quejado del director tunecino y de lo durísimo que fue el rodaje. Y lo veo lógico y normal. Son don personas muy jóvenes y, además, conseguir ese efecto de naturalidad es tremendamente complicado y requiere muchas, muchísimas repeticiones de escenas hasta que se logra lo que uno quiere.


Abdellatif Kechiche, Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux en Cannes.

"La Vida de Adèle" es, sobre todo, una preciosa historia de amor. Una historia romántica porque no tiene un "happy end" norteamericano (sino no sería romántica, desde luego: hay que diferenciar lo que es una película romántica -por ejemplo, "Romeo y Julieta" (1968), de  Franco Zeffirelli- de lo que es una película "romanticona" o cuento de hadas -por ejemplo, "Pretty Woman" (1990), de Garry Marshall). Es decir, la protagonista no consigue que el amor de su vida acabe viviendo con ella para siempre, alejándose solitaria por una calle, triste y vestida de azul: del color del pelo de su primer amor... El azul es el color más calido y siempre está asociado a la tristeza. En inglés, el color azul significa tristeza (por ejemplo: "She was feeling blue" -"Ella se sentía triste"-). "La película es devastadora como la vida misma, al fin y al cabo, que muestra como duelen las relaciones, la ruptura y el no poder superarlo", como bien dice el brillante crítico Fausto Fernández.

La película está llena de escenas realmente memorables. El primer beso que se dan en el parque Adèle y Emma, al lado de un inmenso árbol y el sol brillando al fondo de la imagen. O los momentos en los que Adèle come spaguettis con tomate con su familia, sin hablarse, mirando la televisión (la diferencia con la familia de Emma, la pintora, es notable). O las larguísimas secuencias en el instituto o en el colegio (rarísimo es ver estas secuencias tan largas en el Cine contemporáneo y que a mí, personalmente, me encantan). O lo bien que muestra a esas personas tristes que se sienten bien al ejercer el cotilleo y criticar la vida de los demás, sin reparar en el daño que pueden hacer o sin darse cuenta de que sus vidas son miserables o que no son tan ejemplares como para andar valorando qué es lo que hace o deja de hacer el prójimo. O la manera tan natural que tiene la película de mostrar como es realmente la gente joven si la comparamos, por ejemplo, con muchos films "made in Hollywood" donde aparecen adolescentes idiotizados guaperas, a cual más imbécil y gilipollas; es decir, en "La vida de Adèle" la gente joven se muestra normal, tal cual es en la vida real, capaces de hablar de Sartre o de lo buenos que están unos spaguettis con tomate...


Adèle y Emma

En definitiva, agradezco mucho el trabajo de Abdellatif Kechiche porque es una película valiente, huyendo de crear personajes planos y sin aristas, huyendo de crear una película mojigata y conservadora "made in Hollywood", 
en la que cuenta una historia con total libertad y como le da la gana, huyendo de la triste y gris homogeneidad imperante en la Cultura de hoy día donde,
si no eres políticamente correcto (llévese al bando que se quiera llevar, ¿eh?; que hay conservadores de izquierdas y conservadores de derechas) estarás condenado y señalado con el dedo, ahí, en pleno siglo XXI, como si de la Santa Inquisición se tratase. Lo cual no deja de ser triste y muy preocupante. Me alegra ver películas como "Shame" (2011) de Steve McQueen o "Nymphomaniac -Vol. 1-" (2013) de Lars von Trier y que consigan buenas críticas y premios. El Cine es un Arte y, como tal, nunca puede ser políticamente correcto ni homogéneo. Nunca puede caer en el aburrimiento o en la indiferencia. O ser dócil y hacer caso a las censuras (sean de donde sean y de donde vengan...). Eso sería muy mala señal... Que a estas alturas existan diferentes tipos de inquisores e inquisidoras (ya sean de extrema izquierda o de extrema derecha) da risa. O mucha grima, según se quiera mirar la cosa...

Me alegra muchísimo que esta película ganara todos los premios que ha ganado: me renueva las esperanzas en el ser humano. Sin embargo, como ya he dicho anteriormente, no estamos hablando aquí de una Obra Maestra porque ya existe Eric Rohmerporque estoy seguro de que Rohmer sería capaz de contar perfectamente esta misma historia en noventa minutos y no en ciento ochenta, lo cual yo siempre agradezco en el alma. Por regla general, no me suelen gustar la películas que duran más de hora y media...

En cuanto a las escenas de sexo (casi explícitas) que tantos ríos de tinta han hecho correr... bueno, paso; yo ahí no entro. A estas alturas del siglo XXI y con la edad que ya tengo no me voy a asustar de nada tan fácilmente. Siempre pienso que cuando un cura ve pecaminoso el cuerpo desnudo de un hombre o de una mujer, no es culpa del cuerpo sino de la mente del cura. Las escenas de sexo de esta película me parecen de lo más normal y natural. Hay quien critica que son demasiado exageradas o demasiado largas (unos diez minutos o así, dicen los que las han cronometrado...; cosa que me resulta harto curiosa, por cierto...) pero es que, si os fijáis en el resto de escenas de la película, todas son bastante dilatadas en el tiempo, así que no veo el problema de por qué éstas escenas de sexo no tienen que ser igual de largas. Además, pienso que estas escenas tienen su justificación porque hay una secuencia posterior, en un bar semivacío, en la que Adèle y Emma se vuelven a reencontrar después de tres años de separación y en la que se muestra, naturalmente, que el sexo forma parte del amor y que es muy importante en las relaciones, así que no veo por qué habría que escandalizarse por ello o criticarlo, la verdad.


Una obra de Egon Schiele

De hecho, en la película se hace referencia al artista Egon Schiele y no es casualidad. Tuve que estudiar a fondo a este pintor en mis estudios de Bellas Artes en Machester ("¿Por qué se les llama "Bellas Artes"? ¿Es que acaso existen las "Feas Artes" -diálogo extraído de la película entre de Adèle con Emma-  ;-)  Egon Schiele fue muy criticado, rechazado y hasta amenazado por la libertad con la que él pintaba el desnudo y sus poses, tanto el desnudo masculino como el femenino. Si no hubiera sido por amigos como Klimt seguro
que lo habrían colgado de un pino, quemado en la hoguera o se habría muerto más joven aún. Las figuras que pintaba Schiele (fuera una casa, una planta, un hombre o una mujer desnuda...) mostraban lo que es la soledad del ser humano (en sus obra hay figuras donde han sido aisladas del resto del lienzo o papel con una línea gruesa blanca o con un trazo negro y continuo, aislando la silueta...) y su melancolía. Como bien señala Carlos Olalla, la obra de Schiele muestra erotismo, sí, pero también "el silencio de los placeres íntimos, el callado grito de los abrazos no dados… No hablan de amor, pero sí de la sensualidad de las amistades amorosas o del onanismo solitario y siempre fiel... Todo en Schiele es soledad, desolación, no hay alegría en sus personajes pero tampoco tristeza. Son simples seres que pasan por la vida intentado entenderla, conocerla para conocerse, disfrutarse para disfrutarla...". 

Por eso, en la película "La vida de Adèle" hay una fortísima relación con Egon Schiele, porque la protagonista muestra todos esos sentimientos y pareciera un personaje sacado de un cuadro del pintor austriaco. De hecho, los ojos de Adèle, la mirada de esta actriz es bellísima y muy intensa, como las modelos que pintaba Schiele, mirada que llevan todo el peso de la película (repito, el trabajo de Adèle Exarchopoulos es algo fuera de este mundo. Impresionante). Me recordó mucho también al increíble trabajo realizado por Renée Jeanne Falconetti en aquella Obra Maestra de Carl Theodor Dreyer llamada "Juana de Arco" (1928). El espectador tan sólo tiene que mirar a los ojos de la actriz para situarse en la historia, saber qué está ocurriendo y qué está pensando... Algo muy difícil de conseguir.  


Renée Jeanne Falconetti en "Juana de Arco", de Dreyer

Insisto, como decía, "La Vida de Adèle" es, aparentemente, un film sencillo pero no lo es en absoluto. Una película de amor sobresaliente y muy, muy recomendable.

Saludos y a disfrutar del buen Cine  :-)