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lunes, 28 de mayo de 2012

Odio Afeitarme (7)

"Nunca se puede saber
lo que va a ocurrir mañana
salvo que a un fin de semana
sigue un lunes otra vez"

A Cara o Cruz", Radio Futura, 1987.


Otro collage que realicé de la serie sobre el afeitado, a modo de dos viñetas consecutivas, esta vez basado en "Alien, el 8º Pasajero" de Ridley Scott:


"Alien-Shave" (2001; técnica mixta sobre papel)

Más concretamente, en la escena en la que la estupenda actriz Veronica Cartwright es atacada por el terrorífico alienígena...

Verónica Cartwright, a punto de ser devorada por el Alien...

Por cierto: recomiendo ver "Alien, el 8º Pasajero" en versión original, ya que no existe en la Historia del Cine ninguna actriz que grite como esta magnífica actriz británica, según afirmó Ridley Scott en una entrevista y lo corroboro totalmente. 
En la Obra Maestra "Los Pájaros" de Alfred Hitchcock ya dejaba sin tímpanos a todo el personal con tan sólo catorce añitos. Si se hubiera dedicado al Heavy-Metal, también habría triunfado...

lunes, 21 de mayo de 2012

Odio Afeitarme (6)

Ya es lunes, otra vez...


El monstruo de Guillette (al estilo Boris Karloff de la Universal):



Y aquí tenéis una foto del creador del maligno, King C. Guillette. Bueno, realmente no fue él quien inventó la maquinilla de afeitar, sino que fueron los hermanos Kampfe en 1888. Pero Guillette mejoró el diseño original y lanzó a principios del siglo XIX la nueva cuchilla de afeitar.

King C. Guillette

Es curioso que se dejara bigote...

lunes, 30 de abril de 2012

Odio Afeitarme (5)

Nueva versión del misterioso monolito de "2001: Una Odisea en el Espacio" de Stanley Kubrick:


Al peludo de Neandertal no sabe la que le espera...

lunes, 16 de abril de 2012

Odio Afeitarme (3)

Lunes por la mañana...


Como se suele decir, "las prisas no son buenas"... Incluso cuando te estás afeitando...


Collage y acrílico montado sobre papel

Menos mal que, como diría Homer Simpson (ese gran filósofo y pensador de nuestro tiempo), se inventaron el after-shave y los trocitos de papel higiénico...

Homer Simpson mostrando a su hijo Bart como debe afeitarse un hombre hecho y derecho

Las prisas no son buenas... Sobre ellas, hay un escrito de una tal Avesolitaria que siempre me hizo mucha gracia y que comparto aquí por si alguien no lo conociera. Lo leí hace tiempo en su página en Internet (el enlace es: http://militeraturas.ning.com/profile/Solariana ).

Es una especie de poema humorístico y dice así:

"Aquel día pasaba deprisa 
y yo tenía mucha prisa 
por llegar a la estación. 
Miles de personas caminaban, 
como una manada, 
arrasándolo "tó".

Mientras más mi paso aceleraba, 
más rápido el tiempo pasaba.
Mientras más que correr volaba, 
más se me aceleraba el corazón. 

Pisando fuerte a cada paso que daba, 
tragando acera, bebiendo calzada.
Tropezando con la gente, 
apretando los dientes...
Cuando de repente, 
se parte un tacón.

Cojeando y como pude 
lo terminé de arreglar, 
calle abajo, río arriba, 
me entran ganas de mear.
La gotita se me escapa, 
las piernas he de apretar...
Con una más larga que la otra, 
imposible caminar.

Imaginen ustedes mi postura...
la pierna corta delante, 
la pierna larga, detrás, 
los dos muslos apretados 
y una, intentando andar.

En lugar de adelantar 
los pies uno tras de otro, 
los dos iban a la par.
Como empujoncitos al de delante, 
iba dándole el de atrás.

Aún quedaba mucho trecho 
y yo me lo había tomado a pecho.
Mi honor quedaría maltrecho, 
ni yo misma me volvería a hablar...

Este asunto no tiene vuelta de hoja, 
yo el tren debería tomar.
Cuando por fin alcancé el punto exacto, 
el ritmo certero en mi nuevo caminar...
la segunda gotita de pis, sin querer, 
se me viene a escapar.

Ni un solo retrete, 
ni un bar, 
ni una estación de servicio..., 
nadie que me pudiera auxiliar.

No había más remedio 
que apretar y apretar... 
y, aun por encima de mi cadáver, 
a la estación tenía que llegar.

Un sudor frío me recorría la frente. 
Un par de manchas oscuras, 
mi blusa se ofrecieron a decorar,
bien extendidas por el sobaco, 
mientras yo veo un banco 
donde poderme sentar.

¡Oh perdición!, 
si me siento, 
a la estación 
no podré llegar a tiempo.

Con un suspiro del alma, 
me veo obligada 
a dejar 
el banco 
pasar.
Cuando de repente, 
sin poderlo evitar, 
la tercera gota se escapa...
¡Es que ya no podía más!

¡Valor! ¡Honor! 
En la guerra se perdió más. 
¡Dáte ánimo, muchacha, 
a la estación pronto has de llegar!

Y yo, con la frente muy alta, 
intento seguir caminando, 
en líquidos rebosando, 
pero a punto de llegar.

Entre traspiés y empujones, 
entre insultos y acelerones, 
por fin llegué, 
¡por cojones!

Satisfecha de mi hazaña 
y sin parar un momento, 
casi al vuelo pregunté 
qué vía debía escoger.

Mientras, 
con el otro pie, 
mi cuerpo quería llegar, 
al servicio "pa" mear.

Y así, dividido el cuerpo, 
entre la prisa y las ganas, 
entre el tren y el "uvecé", 
entre mi honor y mi rabia,
pude ver como partía el tren, 
que no me esperaba, 
y mientras, yo allí, parada 
con ese gran desnivel...
con mi estatura quebrada, 
con un tacón olvidado, 
con el alma por los pies...
sobre un gran charco de agua..., 
bueno, de agua..., 
ustedes ya imaginarán de qué".

lunes, 9 de abril de 2012

Odio Afeitarme (2)

Como decía Bob Geldof, "No me Gustan los Lunes"...


Segundo capítulo.


Aquí os muestro un sencillo collage que realicé con dos fotografías muy buenas de Adrian Fisk, las cuales recorté de un suplemento semanal de esos que entregan con el periódico dominical. El collage lo dispuse en dos viñetas para jugar un poco con el gutter entre ellas y las malvadas maquinillas de afeitar.





En la primera viñeta podemos ver a dos niñas, Anathi y Jothi, de nueve y cinco años de edad respectivamente, junto con su padre, Rasu Yashu. Los tres han hecho un largo viaje para ofrecer su pelo al dios Visnú. El templo está en una montaña a 2.000 metros de altura, en la ciudad de Tirupathi, donde muchos peregrinos acuden todos los días. 





En esta ciudad, el barbero salta a la mínima oportunidad para ganar dinero. (En la segunda viñeta ya he dibujado a las maquinillas de afeitar, ¡que atacan de nuevo!, rasgando pelo, piel, papel, dejando un rastro blanco de espuma de jabón tras su paso). No buscan el cielo ni el paraíso de Visnú ni nada de eso. Normal, por otra parte: son gente pobre. Con todo ese pelo, los barberos elaboran las pelucas más demandadas en Occidente. Sobre todo, para utilizarlo en extensiones de pelo. La religión es importante, pero más importante es comer para sobrevivir...



miércoles, 4 de abril de 2012

"Odio Afeitarme": primera entrega semanal (1)

¡Qué bonito es un lunes por la mañana temprano y tener que afeitarte para ir a trabajar! Es algo maravilloso. Un verdadero placer.


Esta entrada en el blog va a ser el primer capítulo de otros tantos sobre uno de los rituales que, en mayor o menor frecuencia, practicamos todos: el afeitado ("Shave", en inglés). Procuraré ir publicando un escrito por semana (al igual que prometí con los cómics), a ver si soy capaz (yo espero que sí) y, como siempre, será un texto y unas imágenes minimalistas, con sentido del humor (negro, en la mayoría de los casos, porque mi punto de vista no es positivo) que espero diviertan y hagan cavilar al lector. 


Se puede decir que este va a ser un ejercicio de reflexiones sobre este tema tan ordinario, tanto verbales como visuales.


Para crear las ilustraciones he usado infinidad de técnicas: acrílicos, acuarelas, tintas, aguada, lápiz, guache, collage, fotografía, transfers con calor (omnicron), carboncillo... De todo. En el Arte, como en el Amor y en la Guerra...


En las imágenes, veremos la representación de la espuma de afeitar, piel, pelos, maquinillas y sangre, mucha sangre (como ahora están de moda los zombies y la casquería, seguro que recibiré un montón de visitas).

Al mismo tiempo, iré transfiriendo poco a poco todo este trabajo gráfico a mi página de WordPress (la que está en lengua anglosajona) para ir ganando tiempo.

Afeitarse es un ritual. Preparamos el agua caliente, el bote de espuma de afeitar o el jabón, la loción hidratante (para aplicarla en nuestra maltrecha piel después del ataque de las cuchillas) y la perversa maquinilla (¡con esas sonrisas metálicas, brillantes y siniestras que tienen!).

Para hacer esta fotografía, tumbé todas las maquinillas de afeitar (eran de plástico de usar y tirar) encima de la tela negra de un abrigo. Coloqué la cámara en vertical, iluminé, tiré unas cuantas fotos... Después vino el trabajo en el cuarto oscuro, para darle un poquito de misterio al revelado de la película. Estoy muy contento con esta fotografía: tiene mucho trabajo detrás y salió más o menos como deseaba.

La mitad de la población mundial se afeita todos los días. Y no sólo por motivos de estética: los hay religiosos, económicos, de higiene... Ya lo iremos viendo a lo largo de estos capítulos... Pero tranquilidad: no voy a dar aquí un sesudo ensayo sobre el tema. Sólo decir, para que meditéis cuando blandáis una maquinilla de afeitar, que un hombre, de media, tiene 30.000 pelos en su cara y que perdemos 3.350 horas (139 días) de nuestra vida deshaciéndonos de nuestro pelo facial. La piel de un hombre es un 24% más gruesa que la de una mujer (más o menos) pero está expuesta a las mismas irritaciones, manchas y enfermedades. Es un ritual que no entiende de sexos, razas ni religiones. Ya veréis: es apasionante.

Para terminar esta presentación preliminar, en este primer capítulo voy a mostraros dos imágenes más sobre el tema. Bueno, mejor dicho: una imagen muy simple (pero poderosa, creo yo) y dos ilustraciones en dos viñetas seguidas (con transición entre una y otra, estilo cómic), a ver qué os parecen. En las siguientes entradas no me extenderé tanto ni mostraré tantas ilustraciones de golpe.

La primera. En una hoja de papel hay un corte limpio, preciso y recto, del cual emana hacia abajo una gota roja que describe una línea.

Para realizar esta ilustración minimalista tuve en mente, entre otros, los trabajos del gran Lucio Fontana, un pintor argentino cuya obra me apasiona.

Y las siguientes dos ilustraciones deben mirarse como una transición entre dos viñetas. En la primera viñeta hay un trozo de papel de lija recortado con forma cuadrada montado sobre papel grueso de acuarela. Nada más. 



En la segunda viñeta, nuestra amiga la maquinilla de afeitar ha hecho de las suyas, rasgando parte del papel de lija (algunos tenemos la barba muy cerrada) y dejando surcos blancos tras su paso.