Venga, un ejercicio melómano-cinéfilo a bote pronto: tres momentos musicales que aparecen en tres películas que adoro y que, invariablemente, siempre consiguen que se me erice el pelo. Música que, por un motivo u otro, me llegan al corazón, al alma, se me escapa una lagrimita y despejan mi espíritu:
1- «Fitzcarraldo» (1982), de Werner Herzog. Música de Popol Vuhl. Me fascina este film desde que lo vi por primera vez hace ya muchos años. Bueno, me fascina como tantas otras películas de Herzog en las que el hombre se enfrenta a la madre Naturaleza incluso a riesgo de perder la cordura o/y la vida: por ejemplo, «Aguirre, la Cólera de Dios» (1972) -la mejor película que he visto nunca sobre la Época del Descubrimiento de América-; «Grito de Piedra» (1991) -la mejor película que he visto nunca sobre montañismo-; o «Grizzly Man» (2005) -de los pocos documentales con los que no me he dormido. ¡Al contrario! Me fascina-. Me encanta el tema de inicio de la película, el conocido «Wehe Khorazin», pero sólo los primeros ochenta y cinco segundos (las voces del coro), nada más. Del resto de la banda sonora, me quedo con los temas de Enrico Caruso: las secuencias en las que su voz resuena en la selva del Amazonas tienen una fuerza colosal. Mi momento favorito es el tema final: el «Te O Cara, Amor Talora», de «Los Puritanos» («I Puritani») de Vincenzo Bellini, cuando Fitzcarraldo, "el orgulloso rey de la nada", regresa ya en su maltrecho barco, "triunfante" (entre comillas), ya que consigue (a su manera) materializar su obsesión: que la ópera llegue a ese lugar perdido del Perú. Podéis disfrutar de este bellísimo momento de la película en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=1sUKzsoVQ0U
2- Los paseos por Roma de Jep Gambardella en «La Gran Belleza» (2013), de Paolo Sorrentino, mientras divaga sobre el absurdo de la vida y la muerte, que las palabras sólo son aire que se las lleva el viento, y que, con el paso de los años, se ha dado cuenta de que lo verdaderamente importante es el amor y la belleza, y sonando de fondo «The Lamb» de John Tavener (a partir de un poema del gran pintor, grabador y poeta William Blake, artista que estudié en Bellas Artes en Manchester, Inglaterra, y de cuya obra quedé absolutamente fascinado), interpretado por el Tenebrae Choir. Me resulta muy difícil aguantar las lágrimas con este tema, es impresionante. Es algo imposible explicar con palabras. La dimensión que alcanzan las imágenes de la película con esta música tan sencilla y poderosa es algo indescriptible, dándole una fuerza magnética a la que es muy difícil resistirse. Os dejo el enlace por si queréis escuchar este coro de voces que no son de este mundo: https://www.youtube.com/watch?v=h-mSmEfLmZc
Mención a parte: me conmueven muchos temas de Ennio Morricone. Muchísimos. Me ocurre lo mismo que con mis otros dos compositores italianos favoritos: Henri Mancini y Nino Rota. Bueno, quizás hable de ello de manera extensa más tarde, en algún otro artículo por estos lares, quién sabe...
Como siempre en estos casos, se quedan en el tintero otras muchas piezas musicales, como el caso de:
- «Toro Salvaje» (1980), de Martin Scorsese (con el intermedio sinfónico de la «Cavalleria Rusticana» de Pietro Mascagni);
- «Excalibur» (1981), de John Boorman (la música del compositor Trevor Jones, inspirada en el «Carmina Burana» de Carl Orff y varios fragmentos de Richard Wagner, que encajan a la perfección);
- El «Preludio de Tristán e Isolda», de Richard Wagner, aparece en numerosas películas (por ejemplo, en «Un Perro Andaluz» (1929) o en «Abismos de Pasión» (1953), de Luis Buñuel; o en la ya citada «Excalibur»), pero el uso más emocionante para mí de esta famosa melodía ocurre en «Melancolía» (2011), de Lars von Trier;
- «Eyes Wide Shut» (1999), de Stanley Kubrick (sobre todo, el tema de Jocelyn Pook titulado «Masked Ball»);
- «Romeo y Julieta» (1968), de Franco Zeffirelli (¡con música bellísima del gran Nino Rota!; destacaría el «Love Theme» o el «Epílogo»);
- «Los Inmortales» (1986), de Russell Mulcahy (en concreto, el tema «Who Wants to Live Forever», del grupo Queen);
- «Pat Garrett y Billy el Niño» (1973), del poeta incomprendido de la violencia, Sam Peckinpah (y el tema «Knocking on Heavens Door», de Bob Dylan);
- «El Padrino (Parte III)» (1990), de Francis Ford Coppola (donde también suena el intermedio sinfónico de «Cavalleria Rusticana», de Mascagni, o el tema «Godfather Sicilian Song», donde Al Pacino está magnífico en esa escena..., bueno..., como en toda la película: ¡un auténtico espectáculo interpretativo!);
- la música de Nicola Piovani en «Caro Diario» (1993), de Nanni Moretti me encanta (en concreto destacaría, y ya que he escrito del gran Pasolini, el tema a piano «Omaggio a Pasolini», donde el propio Moretti recorre algunas calles de Roma conduciendo su vespa y, finalmente, llega al descampado donde asesinaron a Pier Paolo Pasolini: una escena brillante y terriblemente emocionante);
- y, ya que estamos hablando de atrocidades, injusticias y de artistas que no debieron morir nunca como lo hicieron, la música de Ennio Morricone para la preciosa película «La Luz Prodigiosa» (2003), de Miguel Hermoso.
EDITO: no sé cómo pude olvidar al músico y compositor Angelo Badalamenti y sus trabajos para el gran David Lynch. La banda sonora para «The Straight Story» (1999) es una preciosidad, como lo es la propia película y con la que siempre me emociono. O la famosa compuesta para la magnífica serie de televisión (la mejor jamás creada bajo mi punto de vista), «Twin Peaks» (1990). No obstante, un fragmento que recuerdo siempre es el comienzo de «Wild at Heart» («Corazón Salvaje», 1990), cuando suena el «Im abendrot» de las «Cuatro Últimas Canciones», de Richard Strauss, con la cerilla encendiéndose, el ruido amplificado, el fuego, los títulos de crédito... Todo queda maravilloso.
Y, en fin, un larguísimo etcétera. Podría seguir escribiendo y escribiendo porque me apasiona este tema, pero lo dejo aquí. Que alguna vez habrá que parar, digo yo.
Saludos a todos, disfrutad del buen Cine, de la buena música, emocionaros y no perdáis nunca la capacidad de sorprenderos como si fuerais niños. Es algo vital mirar las cosas como si fueran la primera vez.
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