domingo, 22 de mayo de 2022

«Drive My Car» (2021), de Ryûsuke Hamaguchi: mis siete momentos favoritos

Hubo una vez un director de Cine (creo que fue Martin Scorsese, pero no estoy seguro ahora mismo), que afirmó algo así como que "para que una película sea buena y te guste, ésta debe tener al menos tres momentos memorables". 

Recientemente tuve la maravillosa oportunidad de ver otra obra maestra del cine asiático (y van...) que es «Drive My Car» (2021), de Ryûsuke Hamaguchi, cuyo guion está basado en un relato con el mismo título, incluido en el libro «Hombres Sin Mujeres» (2014), de uno de mis actuales escritores japoneses favoritos, el gran Haruki Murakami

«Drive My Car» (2021), de Ryûsuke Hamaguchi

Ni que decir tiene que esta película es una delicia, está magníficamente dirigida e interpretada, que recomiendo a todo cinéfilo lúcido y sensible acostumbrado al ritmo lento oriental y, sobre todo, a aquellas personas que han vivido o viven con dolor intenso y profundo, ya sea físico o espiritual, porque es un canto a la esperanza, es una inteligente historia sobre la lucha por la búsqueda de la alegría de vivir aunque a veces parezca imposible y, por tanto, me parece necesaria, más si tenemos en cuenta los duros momentos que todos hemos vivido y vivimos por culpa de la pandemia del coronavirus, las guerras, las crisis económicas, sociales, éticas y morales que asolan actualmente a nuestro mundo contemporáneo. 

Además, esta película tiene, bajo mi punto de vista, más de tres momentos memorables (y más de cuatro, y más de cinco...). Sin más, paso a enumerar brevemente mis siete momentos mágicos (siete por poner un número bajito...) de esta bellísima película:

El protagonista interpretando a tío Vania y la actriz muda

1- Uno de los momentos que más me emocionaron fue cuando, finalmente, el protagonista consigue vencer sus angustias y sus miedos, y regresa al escenario para interpretar al personaje de tío Vania junto con la actriz muda que interpresa a Sonia (de la obra «Tío Vania» (1899), de Antón Chéjov). La conversación que mantienen los dos es deslumbrante, y sus rostros, las expresiones, los movimientos de los brazos y de las manos de la actriz mágica... En fin, toda esta escena me dejó con los ojos muy abiertos, con una sonrisa en la cara y con unas ganas terribles de aprender el lenguaje de signos.

El protagonista hablando con la chófer

2- También me quedo con el momento de especie de "terapia psicológica" o conversación y posterior abrazo salvador entre el protagonista, Yüsuke Kafuku, y la chófer, Misaki Watari, en el paisaje frío y nevado donde esta última creció, en una casa derrumbada por un corrimiento de tierra. Otra escena grandiosa y emocionante, que muestra como los seres humanos necesitamos hablar, contar nuestros sentimientos de culpa (a veces totalmente injustificados), comunicarnos como animales sociales que somos, y cómo debemos aprender a vivir con nuestros dolores, con nuestras pesadas mochilas y que, después de todo, si somos realmente valientes, lo conseguiremos. Es un momento triste pero lleno de esperanza, al fin y al cabo.

Paseando por Hiroshima

3- Creo que el hecho de que gran parte de la historia se desarrolle en Hiroshima y, sobre todo, el "paseo turístico" que la chófer Misaki le da al protagonista Yüsuke por sus sitios favoritos de la ciudad nipona, no es casual. Creo que hay un paralelismo entre la famosa devastación de la bomba atómica que asoló dicha ciudad y la devastación del alma que sufren todos los personajes del film. Pero, como dije anteriormente, hay un resquicio para la luz, para la vida, para la esperanza. En esta escena, hay distancia física entre los dos personajes mientras hablan, pero porque quizás hay un mutuo respeto (profesional) entre ellos. Son las distancias que tenemos que salvar para lograr comunicarnos realmente entre nosotros: primero salvar nuestras propias barreras, las autoimpuestas por nuestros vacíos, y después las barreras que colocan los demás. Es un esfuerzo que vale la pena realizar.

Un momento inquietante: el personaje del joven Köji Takatsuki

4- La escena en la que el joven impulsivo y violento Köji Takatsuki habla con el protagonista dentro de su coche (mientras conduce Misaki) es muy inquietante y, hasta cierto punto, terrorífico. La cara del joven actor Masaki Okada está iluminada de una manera muy especial, casi fantasmagórica, y en ese instante le cuenta una historia secreta inventada por la mujer muerta del protagonista, y que éste último creía que él sólo conocía. Es una escena (¡cómo tantas otras que tiene esta maravilla!) que te desmonta, sobre todo por los típicos prejuicios que todos los viejos tenemos hacia los jóvenes y, por otro lado, muestra a las claras que nadie conoce a nadie, ni siquiera habiendo vivido muchos años con esa persona ya desaparecida. Es extraordinaria.

La cena

5- La cena entre el protagonista, dos miembros de la obra de teatro y la chófer es uno de los momentos más cálidos y bellos de la película. Aquí el anfitrión cuenta un secreto (no quiero desvelar nada importante del film). Es una secuencia preciosa. Y la chófer, Misaki, recibe palabras amables y de elogio por parte del protagonista (cosa a la que no está acostumbrada, de ahí su extraña reacción -¿una especie de mecanismo de defensa para que no le hagan más daño...? Apuesto a que sí...-), que casi pareciera una declaración de amor (de hecho, es un momento que está relacionado directamente con el final de la película -ojo al detalle del perro, que es el mismo, y el famoso coche rojo, claro). Cada uno interpretará el final a su manera, claro está, pero creo que aquí hay detalles importantes.

Una idea visual maravillosa: el coche y la cinta de casete

6- La película, técnicamente, es una maravilla: la banda sonora, la fotografía, la puesta en escena, el vestuario... Todo. No dudo que la volveré a ver dentro de poco porque está llena de detalles, algunos brillantes de carácter visual como, por ejemplo, el que señalo en este fotograma, en el que coinciden las dos ruedas del coche en movimiento con la imagen superpuesta de los dos pequeños carretes de la cinta de casete que el protagonista escucha dentro del automóvil sin cesar durante todo el metraje (es una técnica del director y actor de teatro para memorizar el guion de la obra y, sobre todo, atrapar el ritmo del texto de Chéjov).

El casting para la obra de Chéjov, «Tío Vania»

7- Por último, me parece digno de destacar la fascinación e intensidad que provoca la actuación de la actriz muda durante el casting. Su rostro, la manera de mover sus manos, su cuerpo y la manera de mirar al protagonista... ¿Le está hablando a él o es tan sólo el texto de la obra de Chéjov? Es un momento con una sensación común durante todo el metraje  y que consiste en que, el espectador, tiene que intentar dilucidar entre qué es texto de la obra de teatro y qué es la vida del protagonista, es decir, la actuación" trasciende a la realidad", y resulta difícil ya distinguir qué es realidad y qué es ficción, cuál es la línea que las separa. Absolutamente deslumbrante y es una de las características que más me gustan del film.

Lo dicho: una película de tres horas que se hace muy cortauna película humanista que nos muestra que debemos tomarnos el tiempo necesario para conocernos a nosotros mismos de manera honesta y clara, para poder conocer a nuestros semejantes, sin juicios, sin odio. Miremos menos las pantallas de nuestros ordenadores, del móvil y demás tonterías que nos llenan de ruido y confusión. Estamos ensimismados con nuestra propia imagen como Narciso y nos distrae de lo realmente importante (podemos acabar ahogados como él). ¡Dejemos Internet y los espejismos de las redes sociales! Hablemos más entre nosotros y escuchémonos más entre nosotros de manera directa, clara, honesta, real. 

Saber escuchar y hablar.

En fin, una película maravillosa.

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