martes, 16 de abril de 2019

Catedral de Notre Dame (julio de 2008)

Ayer, lunes 15 de abril de 2019, fue un día muy triste. Además, me cabreé mucho. La sensación de impotencia era terrible, como en una terrible pesadilla. La Catedral de Notre Dame, una obra artística que tardó doscientos años en construirse, desaparecía prácticamente en pocas horas pasto de las llamas de un incendio. Se han salvado las dos torres y la estructura (menos mal). En fin... Algo increíble. Aún no me lo creo.

 Maqueta de la Catedral de Notre Dame en la Cripta Arqueológica de la plaza de Notre Dame

París es una ciudad preciosa y que resulta conocida aún visitándola por vez primera, como les ocurre a Londres, Nueva York, Roma, ...; porque uno la ha visto tantas veces en el cine que es inevitable que no resulte familiar. Y la Torre Eiffel, el Sagrado Corazón y la Catedral de Notre Dame (por decir tres obras de arte así, a bote pronto) son obras únicas, iconográficas y características de la ciudad en las que están situadas.



Pero la Catedral de Notre Dame no es de París. No es de Francia. Es del mundo entero. Y por eso, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y sentido común se sintió muy triste ayer al ver como el fuego destruía algo tan bello, al margen de creencias individuales religiosas, políticas y demás nimiedades sin importancia (y a las que tantos mediocres dan tanto bombo sin merecerlo...).


 
En mi corazón, París y su Catedral de Notre Dame seguirán siendo tal y como las vi aquel julio de 2008 cuando mi mujer y yo viajamos a la hermosa capital francesa (véanse estas fotografías que aquí publico). Iba a añadir aquí una fotografía de ayer de la Catedral de Notre Dame incendiándose pero paso. Me provocan mucha tristeza. No quiero verla ni recordarla así.


Ahora, toca un larguísimo y costoso período de restauración. Yo ya no estaré vivo cuando el proceso termine. Pero confío en que, algún día, lo logren. Aunque, lógicamente, la Catedral ya no será igual, claro está. Nada será lo mismo.

¡Saludos!

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