miércoles, 4 de abril de 2012

"Odio Afeitarme": primera entrega semanal (1)

¡Qué bonito es un lunes por la mañana temprano y tener que afeitarte para ir a trabajar! Es algo maravilloso. Un verdadero placer.


Esta entrada en el blog va a ser el primer capítulo de otros tantos sobre uno de los rituales que, en mayor o menor frecuencia, practicamos todos: el afeitado ("Shave", en inglés). Procuraré ir publicando un escrito por semana (al igual que prometí con los cómics), a ver si soy capaz (yo espero que sí) y, como siempre, será un texto y unas imágenes minimalistas, con sentido del humor (negro, en la mayoría de los casos, porque mi punto de vista no es positivo) que espero diviertan y hagan cavilar al lector. 


Se puede decir que este va a ser un ejercicio de reflexiones sobre este tema tan ordinario, tanto verbales como visuales.


Para crear las ilustraciones he usado infinidad de técnicas: acrílicos, acuarelas, tintas, aguada, lápiz, guache, collage, fotografía, transfers con calor (omnicron), carboncillo... De todo. En el Arte, como en el Amor y en la Guerra...


En las imágenes, veremos la representación de la espuma de afeitar, piel, pelos, maquinillas y sangre, mucha sangre (como ahora están de moda los zombies y la casquería, seguro que recibiré un montón de visitas).

Al mismo tiempo, iré transfiriendo poco a poco todo este trabajo gráfico a mi página de WordPress (la que está en lengua anglosajona) para ir ganando tiempo.

Afeitarse es un ritual. Preparamos el agua caliente, el bote de espuma de afeitar o el jabón, la loción hidratante (para aplicarla en nuestra maltrecha piel después del ataque de las cuchillas) y la perversa maquinilla (¡con esas sonrisas metálicas, brillantes y siniestras que tienen!).

Para hacer esta fotografía, tumbé todas las maquinillas de afeitar (eran de plástico de usar y tirar) encima de la tela negra de un abrigo. Coloqué la cámara en vertical, iluminé, tiré unas cuantas fotos... Después vino el trabajo en el cuarto oscuro, para darle un poquito de misterio al revelado de la película. Estoy muy contento con esta fotografía: tiene mucho trabajo detrás y salió más o menos como deseaba.

La mitad de la población mundial se afeita todos los días. Y no sólo por motivos de estética: los hay religiosos, económicos, de higiene... Ya lo iremos viendo a lo largo de estos capítulos... Pero tranquilidad: no voy a dar aquí un sesudo ensayo sobre el tema. Sólo decir, para que meditéis cuando blandáis una maquinilla de afeitar, que un hombre, de media, tiene 30.000 pelos en su cara y que perdemos 3.350 horas (139 días) de nuestra vida deshaciéndonos de nuestro pelo facial. La piel de un hombre es un 24% más gruesa que la de una mujer (más o menos) pero está expuesta a las mismas irritaciones, manchas y enfermedades. Es un ritual que no entiende de sexos, razas ni religiones. Ya veréis: es apasionante.

Para terminar esta presentación preliminar, en este primer capítulo voy a mostraros dos imágenes más sobre el tema. Bueno, mejor dicho: una imagen muy simple (pero poderosa, creo yo) y dos ilustraciones en dos viñetas seguidas (con transición entre una y otra, estilo cómic), a ver qué os parecen. En las siguientes entradas no me extenderé tanto ni mostraré tantas ilustraciones de golpe.

La primera. En una hoja de papel hay un corte limpio, preciso y recto, del cual emana hacia abajo una gota roja que describe una línea.

Para realizar esta ilustración minimalista tuve en mente, entre otros, los trabajos del gran Lucio Fontana, un pintor argentino cuya obra me apasiona.

Y las siguientes dos ilustraciones deben mirarse como una transición entre dos viñetas. En la primera viñeta hay un trozo de papel de lija recortado con forma cuadrada montado sobre papel grueso de acuarela. Nada más. 



En la segunda viñeta, nuestra amiga la maquinilla de afeitar ha hecho de las suyas, rasgando parte del papel de lija (algunos tenemos la barba muy cerrada) y dejando surcos blancos tras su paso.